La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura al que deben enfrentarse muchos docentes, alumnos y familias en su día a día. Los disléxicos manifiestan dificultades para denominar letras, recitar el abecedario, realizar rimas simples y para analizar o clasificar los sonidos. Además, la lectura es difícil porque no pueden distinguir determinadas letras o las invierten mentalmente, tienen problemas de seguimiento visual y déficit en la comprensión.
Tal como se expresa en la definición consensuada por la Asociación Internacional de Dislexia (IDA, 2002; Lyon, Shaywitz y Shaywitz, 2003), ésta se considera una Dificultad Específica de Aprendizaje (DEA) de origen neurobiológico, caracterizada por la presencia de dificultades en la precisión y fluidez en el reconocimiento de palabras (escritas) y por un déficit en las habilidades de decodificación (lectora) y deletreo. Estas dificultades son consecuencia de un déficit en el componente fonológico del lenguaje y se presentan de manera inesperada, ya que otras habilidades cognitivas se desarrollan con normalidad y la instrucción lectora es adecuada.