Desde el remoto 1734, el Diccionario de autoridades en su tomo IV dice de la letra h: “Si es que se debe llamar letra, pues según los gramáticos es solamente aspiración, y no sirve por sí sola, ni tiene otro oficio”.
La h solo se hace presente cuando precede una c. Pero en ese caso forma un nuevo sonido. La grafía de ese sonido es ch. Esta era una letra en el abecedario la Real Academia Española (RAE) decidió eliminarla en 2014. (Hizo lo mismo con la ll). Desde entonces, nuestros diccionarios tienen solo 27 letras.
¿Qué pasaría entonces si nos olvidamos de la letra h ? Escribir, por ejemplo, “uérfano” y no “huérfano”, “umanidad” y no “humanidad”.
Si eliminamos la h, quizá habría confusión entre “hay” y “ay” o entre “asta” y “hasta”. Aunque esa confusión es ficticia, pues nadie confunde estas palabras ni al escribir ni al hablar. ¿Por qué pensar que habría caos? El contexto es la clave. En otras palabras, todo depende de la circunstancia. La tilde en “solo”, por ejemplo, no es necesaria al leer: el contexto da las pistas para saber si se habla de soledad o de solamente, cuando solo es un adjetivo y no un adverbio.
Las intentonas de limpiar el español de la h son cíclicos. En 1997, Gabriel García Márquez, en su discurso en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, invitó a que “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”. Pero su propuesta de enterrar “las haches rupestres” quedó en el olvido.
Posdata.- La h es una letra fantasma, es cierto, pero a mi no me gustaría escribir mi nombre como lo escriben los italianos: Umberto.