Hay un período de privilegio cerebral: los primeros tres años de vida aprendemos más que en ninguna otra etapa.
En otras latitudes del mundo, la participación de las familias en el aprendizaje ha recibido la atención de investigadores, educadores y políticos.
la crianza y el aprendizaje (ambiente),trasciende la idea de únicamente ver la participación de las familias en función de contribuciones económicas a la escuela.
Aunque las caricias y abrazos son muy importantes, lo es también la interacción bidireccional constante y recíproca, en donde no solamente se trata de que el adulto hable, sino que exista una comunicación de ida y vuelta con la o el bebé. Otros aspectos importantes que conviene aprender para esta etapa es que los adultos se tomen más en serio el juego, para ello deben darse un espacio para jugar con sus hijos, así como dar afecto traducido en escucha y atención, monitorear y trabajar la motricidad, por mencionar algunos. Todo ello, requiere espacios para aprender cuáles son esas estrategias y cómo pueden practicarlas en esa primera etapa. Hoy sabemos que en estos primeros años de vida, los cambios más efectivos y que perduran en el tiempo de los programas que trabajan con las familias son aquellos donde la intervención fue de al menos dos años y en un trabajo uno a uno visitando a las familias en sus hogares (Miller, Dune, McClenaghan, 2015).
Luego vienen las etapas escolares. Para este momento, al inicio del preescolar, ya son evidentes las brechas entre quienes tuvieron un nido estimulante, afectivo y nutritivo, y quienes no (The Achievement Gap), pero aún no es determinante. En estos periodos subsecuentes de edad escolar será importante el papel que juegan los adultos que acompañan y favorecen el aprendizaje. Actualmente sabemos que el impacto de estas intervenciones es más evidente cuando estos programas dirigidos a familias buscan elevar “las expectativas” que tienen las familias sobre sus hijas e hijos.
En el proceso de aprendizaje es muy valioso identificar y reflexionar en conjunto (entre familias) las repercusiones que tiene emplear ciertas prácticas, malos hábitos, creencias y vicios que como padres, madres o tutores replicamos con nuestras hijas e hijos cotidianamente. Por ejemplo, entender que la violencia tiene consecuencias en el aprendizaje, y en aspectos relacionados entre ellos, como son estrés, miedo y autoestima, y que en México las cifras son desgarradoras. Los datos más recientes del INEGI indican que en egresos hospitalarios infantiles por lesiones intencionales la tasa ha aumentado de una forma acelerada y preocupante, de 19% a 42%. Los resultados son muy dolorosos, pues cada día mueren en nuestro país 3.6 niñas y niños por violencia, principalmente familiar.
Lo anterior, coincide con el valioso ejercicio Dime cómo te tratan realizado por el Sistema nacional de protección integral de niñas, niños y adolescentes (SIPINNA) a 53,971 niñas y niños mexicanos. El sondeo dice que la infancia mexicana está herida.
El gobierno electo entrará en una espiral fallida si asume que el reto más importante está en la educación superior; es una trampa. La clave está en los primeros años, ahí está la mayor tasa de retorno social.
Manuel Bravo Valladolid
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